Tipos de tarjetas del mercado actual

El rotundo éxito que han cosechado las tarjetas durante las últimas décadas ha facilitado la aparición de nuevas modalidades, pensadas para finalidades distintas como, por ejemplo, el pago aplazado de compras o la adquisición de productos a través de Internet con total seguridad. Hablamos de las tarjetas de crédito, que permiten obtener financiación al instante y abonar el importe de una compra en diferentes cuotas mensuales, de las de débito, utilizadas como un simple monedero ligado a una cuenta corriente y de las tarjetas prepago, similares a las de débito, pero que requieren cargarse previamente y están enfocadas, sobre todo, a la realización de compras online.

Para entenderlas de una manera más clara y profunda, a continuación explicamos cuáles son las características principales de cada una de ellas:

Tarjetas de crédito:

Las tarjetas de crédito hoy en día son la versión más popular en España de este tipo de medios de pago, con una cantidad en circulación que supera con creces a las tarjetas de débito. La principal particularidad de estos plásticos es que no sirven únicamente como sustitutos del efectivo para pagar las compras que hagamos en los comercios, sino que son un medio de financiación y nos permiten abonar las compras con un dinero que no es nuestro y que luego tendremos que devolver. En resumen, mientras que las tarjetas de débito y las prepago descuentan directamente el dinero que hayamos gastado de la cuenta asociada o del saldo cargado previamente, las de crédito nos ofrecen la posibilidad de ir asumiendo préstamos (sin superar el máximo del crédito que tengamos disponible) cada vez que queramos realizar un pago y luego devolver ese dinero a final de mes o en cuotas mensuales.

El uso de las tarjetas de crédito implica asumir un compromiso: el titular deberá devolver el dinero que haya tomado prestado en la fecha pactada y, si los hubiese, debería abonar los intereses que se devengasen de la operación. Así, debemos tener presente que cuando abonamos el importe de una compra con las tarjetas de crédito o extraemos dinero de un cajero automático lo que en realidad estamos haciendo es retirar una parte del importe de la línea de crédito y, por lo tanto, asumir una deuda con el banco o la financiera, mientras que si sacásemos dinero con una tarjeta de débito o pagásemos una compra, el dinero dispuesto sería el de nuestra cuenta corriente, es decir, el nuestro. En esos casos, el dinero utilizado se tendrá que devolver de una manera u otra en función de la modalidad que se haya escogido: a final de mes sin intereses (solo se devuelve el dinero utilizado), en cuotas fijas mensuales, a plazos abonando un tanto por ciento de la deuda cada mensualidad o en un número de meses concreto.

Por todo lo anterior se puede concluir que las tarjetas de crédito, además de ser un medio de pago como cualquier otra tarjeta, son también una forma de conseguir financiación, con la ventaja de que se trata de un método instantáneo. Se puede disponer del saldo de la línea de crédito en el mismo momento en el que se realiza la compra o en un cajero automático, sin papeleos ni esperas.

Estas son las características principales de cada modalidad de reembolso:

Tarjetas de débito:

A diferencia de las de crédito, las tarjetas de débito no utilizan el dinero que le presta el banco al cliente, es decir, el crédito, sino que solo tienen acceso al dinero que ya posee el titular, o sea, el que tiene registrado en la cuenta corriente asociada. Este tipo de tarjetas, en el momento de realizar una compra o de sacar dinero en un cajero, cargan directamente el saldo dispuesto en la cuenta del cliente y se lo descuentan inmediatamente. Solo permiten utilizar el dinero que hay en la cuenta vinculada, aunque en ocasiones el banco puede autorizar la disposición de dinero a cuenta de un descubierto, con los consiguientes intereses que se deberán abonar. He aquí la principal diferencia con las tarjetas de crédito: mientras que estas están ligadas a una línea de crédito y permiten a su titular utilizar unos fondos que no son suyos, con las tarjetas de débito el cliente solo puede gastar su propio dinero. En este sentido, son más seguras ya que no permiten al cliente endeudarse al no poder tomar prestado un dinero que no es suyo.

La principal función de las tarjetas de débito es abonar el importe de las compras que se hagan en las tiendas prescindiendo del efectivo, ya sea en comercios online o en tiendas a pie de calle, así como sacar dinero de la cuenta corriente asociada a medida que se vaya necesitando mediante un cajero automático. Tienen la ventaja de que, por lo general, pueden usarse en cualquier parte del mundo, tanto para pagar compras como para retirar efectivo. Sin embargo, podría suceder que una tarjeta no fuese aceptada en un cajero situado fuera de España o en un TPV extranjero. Además, no olvidemos que utilizar las tarjetas de débito fuera de los cajeros de la propia entidad o para abonar una compra en una moneda extranjera puede conllevar el pago de comisiones.

Las tarjetas de débito son una buena herramienta para controlar los gastos y no exceder nuestra capacidad de consumo, puesto que solo nos permitirán usar el dinero que tengamos en la cuenta corriente que hayamos asociado. Así, no tendremos posibilidades de endeudarnos, salvo en contadas ocasiones en las que la entidad admita descubiertos. Al utilizar estas tarjetas, no tendremos que abonar intereses y podremos sacar dinero gratis de los cajeros automáticos del propio banco o de los de aquellas entidades con las que el banco haya llegado a un acuerdo previo. Antes de aceptar una tarjeta de débito, debemos fijarnos en los posibles gastos que pueda acarrearnos y en el precio de los diferentes servicios (mantenimiento y renovación, pagos en otras divisas, etc.).

En el contrato deben aparecer recogidos los precios de los servicios asociados a las tarjetas más habituales (renovación, emisión, disposición de efectivo, etc.). Además, las tarifas estándar también pueden consultarse en el libro de tarifas que cada banco publica en su página web. Es importante, antes de firmar el contrato de una tarjeta, entender tanto su funcionamiento como las comisiones que nos pueden llegar a cobrar por ella y no aceptarlo sin solucionar antes cualquier duda que nos surja. Si nos surgen preguntas, podemos recurrir al SAC de la entidad o a una oficina.


Tarjetas prepago:

A pesar de que las tarjetas prepago no han tenido la aceptación ni tampoco la promoción de la que sí han disfrutado las tarjetas de crédito y las de débito, es justo señalar que han conseguido labrarse un hueco en el mercado y han calado, sobre todo, entre los consumidores acostumbrados a realizar compras a través de Internet y, recientemente, también entre los padres que quieren darles a sus hijos menores de edad una tarjeta, pero sin perder el control sobre el gasto que realizan.

¿Cómo funcionan las tarjetas prepago? Este tipo de tarjetas funcionan como un monedero con el saldo que en cada momento desee tener su titular, sin ningún tipo de vinculación con el resto de las cuentas del cliente. A diferencia de las tarjetas de débito, que están ligadas a una cuenta y permiten disponer del dinero que haya en esta hasta que se agote, y de las tarjetas de crédito, que permiten a su titular hacer uso de unos fondos que no son propiamente suyos, sino del banco que ha concedido la línea crediticia asociada, las tarjetas prepago son independientes y requieren una recarga previa a su utilización. Es decir, que su titular debe recargar la tarjeta prepago con el dinero que vaya a disponer antes de poder usarla y, precisamente, su utilización está limitada al saldo que se haya cargado previamente. Una vez gastado, la tarjeta queda a cero y no puede volver a utilizarse hasta que se haya cargado de nuevo. Es importante remarcar que el dinero que se utilice se descuenta al momento del saldo de la tarjeta.

El triunfo de las tarjetas prepago se debe, precisamente, al hecho de que como no están asociadas con una cuenta bancaria son más seguras que el resto de las tarjetas, ya que su uso está limitado al dinero que previamente haya depositado su titular y muchas veces en este tipo de plásticos se carga el dinero justo que se va a utilizar en cada compra, por lo que es probable que en muchas ocasiones la tarjeta esté a cero. Pero, incluso, si la tarjeta tuviese saldo y se llegase a perder o la robasen, las consecuencias no serían dramáticas, ya que si un tercero intentase utilizarla de forma fraudulenta como mucho podría gastar el dinero que haya en ella y no vaciar ninguna cuenta corriente.

Sin embargo, además de la seguridad, las tarjetas prepago tienen más ventajas. Por un lado, muchos clientes valoran el anonimato que ofrecen estos “plásticos”, puesto que en muchas ocasiones no están ligados a ningún titular en concreto, sino que son al portador. Por otra parte, permiten controlar muy de cerca el gasto realizado, ya que solo podremos disponer del dinero que hayamos cargado previamente. De ahí que muchos padres se lo planteen como una opción para sus hijos, ya que así evitan que lleven dinero en efectivo encima y pueden saber lo que gastan y en qué lo hacen, ya que son ellos los que depositan el dinero en la tarjeta y los cotitulares de la misma.

Por otra parte, durante los últimos años muchos establecimientos han empezado a comercializar tarjetas prepago como obsequio. Básicamente, se solicita la tarjeta en la tienda y se carga con una cantidad de dinero y luego la persona que la recibe como regalo puede utilizarla en esa misma tienda para comprar lo que quiera siempre y cuando su valor no exceda del importe que se ha cargado en el plástico, salvo que quiera abonar el resto por su cuenta.

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