¿Qué son las tarjetas y para qué sirven?
Las tarjetas son un medio de pago utilizado como sustituto del dinero en efectivo y como método de financiación. Las comercializan tanto los bancos como las financieras y cuentan con un elevado nivel de aceptación en España. Sus principales funciones son, en primer lugar, permitir a su titular sacar dinero de un cajero automático, en segundo lugar, abonar compras en comercios tanto físicos como virtuales y, en tercer lugar, financiar compras. Pero también incluyen otras funcionalidades como sacar dinero de la línea de crédito, acumular puntos, etc. Las más habituales son las tarjetas de crédito, las tarjetas de débito y las prepago, pero también podríamos hablar de tarjetas de fidelización, de regalo o de puntos.
El éxito de las tarjetas ha sido notable desde que se popularizasen a mediados del siglo XX. Los datos hechos públicos por el Banco de España lo ponen de manifiesto. A 31 de diciembre de 2016 había 74,51 millones de tarjetas en circulación en España, un incremento del 62,7 % con respecto a la cifra del año 2000. No obstante, la evolución no ha sido igual para las tarjetas de crédito que para las de débito; mientras que el crecimiento de las primeras ha sido imparable, pasando de 16,06 millones al cierre del año 2000 a 48,75 al término del pasado año, las tarjetas de débito han disminuido (de 29,74 millones al inicio del milenio a 25,76 al cierre del año 2016). Sea como fuere, el caso es que desde hace año en España hay más tarjetas que habitantes, una prueba más de que las tarjetas como medio de pago no han sido una simple moda, sino que son una de las herramientas para realizar abonos más populares.
Acceder a una tarjeta de débito implica un proceso muy sencillo. La mayoría de las cuentas corrientes las llevan asociadas y es muy habitual que cuando se contrata una cuenta corriente, simultáneamente se dé de alta también una tarjeta de este tipo por contrato, junto con el servicio de banca a distancia que también se suele contratar al unísono. No obstante, acceder a las tarjetas de crédito suele ser más complicado, porque requiere un estudio previo de la solvencia del cliente por parte de la entidad y de que este cumpla ciertos requisitos (nómina, antigüedad en el banco, etc.), ya que se trata de un medio de financiación. No obstante, cada vez resulta más fácil contratarlas, ya que están proliferando las tarjetas de crédito sin cambiar de banco, es decir, que no exigen que abramos una cuenta corriente nueva y cuyas cuotas se pueden domiciliar donde el cliente quiera.